Pagina 1 de mi viejo diario.
Son estas unas páginas muy queridas por mí de aquel viejo diario que haciendo limpieza en un armario reencontré hace poco... Un día lo tomé y comencé diciéndole...
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¿Cuánto hace de la última vez que te escribí? Mucho. Demasiado, ¿verdad? Si no me equivoco, creo que la última vez que lo hice fue para decirte que iba a empezar a trabajar en el Ministerio de Defensa. De eso hace ya más de un año. Si te he escrito después de eso no lo recuerdo.
Te cuento
Aquella experiencia, la del Ministerio de Defensa, aunque fue positiva, no terminó todo lo bien que hubiera querido. Me explico: Disfruté de aquellos seis meses de trabajo como un enano. Era la primera vez que hacía una labor muy cercana a lo que es un trabajo administrativo. Aprendí muchas cosas. El trato de los compañeros, la paciencia que tenían conmigo en ocasiones, fueron exquisitos.
Aunque la etiqueta no era obligatoria, los vaqueros tampoco estaban bien vistos, de modo que yo encontré un termino medio entre vestir bien y de vez en cuando tenía ocasión de ponerme alguno de mis trajes. No te rías que ya sé que me estás imaginando trajeado con mi corbata y con mi cartera de mano como cualquier ejecutivo que se precie. ¿O no?
No sé, como te digo a mí me llegó a gustar aquello. Tal vez demasiado porque por culpa de ello llegué a hacerme ilusiones que estaban muy lejos de cumplirse.
En los seis meses que trabajé allí conseguí llegar a estar bien considerado tanto por el personal civil funcionarios como por el personal militar que trabajaba en la misma sección que yo. Un Coronel y dos Tenientes Coroneles entre ellos, así como algún que otro Capitán. A todos ellos les saqué más de una vez de un apuro encontrándoles en los archivos algún expediente o algún documento que ellos no conseguían encontrar.
En poco tiempo me di cuenta de que aquello me gustaba, me sentía útil. Así que no tardé en empezar a moverme para encontrar la forma de continuar allí una vez que hubiera finalizado mi contrato de seis meses. Me enteré de una oposición que se convocaba para final de año de Auxiliar Administrativo. Nunca llegaron a publicarla, por lo que yo no llegué a ver las bases. Animado por un Teniente Coronel conseguí hacerme con los temarios y empecé a estudiar. Después de estar unos tres meses dándole a los codos, me enteré de que la oposición era de régimen interno, es decir, para los que ya trabajan allí y además tuvieran una cierta antigüedad. Mi gozo en un pozo.
Consumí mi último mes allí con más pena que gloria. Aún así, aún viendo que aquellas puertas se me cerraban sin remedio, todavía tuve tiempo para empezar un curso de inglés que pusieron en marcha en el Ministerio. Acudí a las diez o doce primeras clases. Pregunté si podría seguir el curso una vez hubiera finalizado mi contrato pero me dejaron bien claro que si no trabajaba allí, ya no tenía derecho a asistir al curso de inglés.
Como alternativa, cuando hablé con el responsable de Contratación de personal. Me ofrecieron la posibilidad de cubrir alguna vacante de subalterno que se pudiera presentar. Pero esto sin garantía de éxito o de que por lo menos fuera pronto.
Dicen que cuando una puerta se cierra otra se abre. Y esto me sucedió a mí. Tantos hilos moví en el Ministerio hablando con unos y con otros, que eran pocos los que no sabían de mi empuje y de mis ganas de trabajar. En vista de esto, un Capitán que se tomó mucho interés por mí y por mi situación, me dio la dirección de una empresa de Seguridad Privada. Me ofreció su firma como referencia para que me presentara allí en su nombre. En principio la cosa me hizo gracia. Lo de Seguridad Privada era algo que me sonaba bien. Y además era algo distinto a todo en lo que yo había trabajado hasta entonces. La novedad me atrajo. Me decidí y me lancé de cabeza a por ello. ¿Por qué no?
Dicho y hecho, según terminé de trabajar en el Ministerio de Defensa en Diciembre de 2000, fui a la dirección que me habían dado. Pedí una instancia y al cabo de tres o cuatro días me llamaron para firmar el contrato tras una entrevista.
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¿Cuánto hace de la última vez que te escribí? Mucho. Demasiado, ¿verdad? Si no me equivoco, creo que la última vez que lo hice fue para decirte que iba a empezar a trabajar en el Ministerio de Defensa. De eso hace ya más de un año. Si te he escrito después de eso no lo recuerdo.
Te cuento
Aquella experiencia, la del Ministerio de Defensa, aunque fue positiva, no terminó todo lo bien que hubiera querido. Me explico: Disfruté de aquellos seis meses de trabajo como un enano. Era la primera vez que hacía una labor muy cercana a lo que es un trabajo administrativo. Aprendí muchas cosas. El trato de los compañeros, la paciencia que tenían conmigo en ocasiones, fueron exquisitos.
Aunque la etiqueta no era obligatoria, los vaqueros tampoco estaban bien vistos, de modo que yo encontré un termino medio entre vestir bien y de vez en cuando tenía ocasión de ponerme alguno de mis trajes. No te rías que ya sé que me estás imaginando trajeado con mi corbata y con mi cartera de mano como cualquier ejecutivo que se precie. ¿O no?
No sé, como te digo a mí me llegó a gustar aquello. Tal vez demasiado porque por culpa de ello llegué a hacerme ilusiones que estaban muy lejos de cumplirse.
En los seis meses que trabajé allí conseguí llegar a estar bien considerado tanto por el personal civil funcionarios como por el personal militar que trabajaba en la misma sección que yo. Un Coronel y dos Tenientes Coroneles entre ellos, así como algún que otro Capitán. A todos ellos les saqué más de una vez de un apuro encontrándoles en los archivos algún expediente o algún documento que ellos no conseguían encontrar.
En poco tiempo me di cuenta de que aquello me gustaba, me sentía útil. Así que no tardé en empezar a moverme para encontrar la forma de continuar allí una vez que hubiera finalizado mi contrato de seis meses. Me enteré de una oposición que se convocaba para final de año de Auxiliar Administrativo. Nunca llegaron a publicarla, por lo que yo no llegué a ver las bases. Animado por un Teniente Coronel conseguí hacerme con los temarios y empecé a estudiar. Después de estar unos tres meses dándole a los codos, me enteré de que la oposición era de régimen interno, es decir, para los que ya trabajan allí y además tuvieran una cierta antigüedad. Mi gozo en un pozo.
Consumí mi último mes allí con más pena que gloria. Aún así, aún viendo que aquellas puertas se me cerraban sin remedio, todavía tuve tiempo para empezar un curso de inglés que pusieron en marcha en el Ministerio. Acudí a las diez o doce primeras clases. Pregunté si podría seguir el curso una vez hubiera finalizado mi contrato pero me dejaron bien claro que si no trabajaba allí, ya no tenía derecho a asistir al curso de inglés.
Como alternativa, cuando hablé con el responsable de Contratación de personal. Me ofrecieron la posibilidad de cubrir alguna vacante de subalterno que se pudiera presentar. Pero esto sin garantía de éxito o de que por lo menos fuera pronto.
Dicen que cuando una puerta se cierra otra se abre. Y esto me sucedió a mí. Tantos hilos moví en el Ministerio hablando con unos y con otros, que eran pocos los que no sabían de mi empuje y de mis ganas de trabajar. En vista de esto, un Capitán que se tomó mucho interés por mí y por mi situación, me dio la dirección de una empresa de Seguridad Privada. Me ofreció su firma como referencia para que me presentara allí en su nombre. En principio la cosa me hizo gracia. Lo de Seguridad Privada era algo que me sonaba bien. Y además era algo distinto a todo en lo que yo había trabajado hasta entonces. La novedad me atrajo. Me decidí y me lancé de cabeza a por ello. ¿Por qué no?
Dicho y hecho, según terminé de trabajar en el Ministerio de Defensa en Diciembre de 2000, fui a la dirección que me habían dado. Pedí una instancia y al cabo de tres o cuatro días me llamaron para firmar el contrato tras una entrevista.
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