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Pepemillas La Locomotora de Moratalaz

Crónica de la XXII San Antonio de la Florida

<font size=4>Crónica de la XXII San Antonio de la Florida</font>

Domingo 15 de Junio de 2008


La mañana se presentaba cubierta. Un buen annuncio para mi gusto
de que iba a ser una carrera sin la solana que tanto temo y tanto
me aplatana. Aunque algo bochornosa, eso sí.


Llegada al lugar de los hechos más que justa de tiempo. Se me
complicó la salida de casa. Se me pegaron las sábanas más de
lo deseado. Llegar, recoger el chip y entregar la mochila fue
todo uno. Sin apenas haber calentado más que lo que corrí desde
la boca del Metro, cuando apenas faltaban unos minutos para dar
la salida, recibí el saludo matutino de quien llevaba un buen
rato buscando: Bebeto. Se me abrió el cielo al verles a él y a
José Luis. Ya daba por hecho que tendría que correr sólo.
Quedé con ellos a las 09.30 y no cumplí.


Desde el primer minuto, ya me dieron consejos para allanar los
nervios previos. También alivió la tensión encontrar por allí
antes de la salida a Marcos, Micenas y Piedad.


Aviso previo a la salida. Me preguntan Bebeto y José Luis que
qué marca tengo en 10.000. Yo que no he hecho ninguno, les comento
que en 5.000 empleo 30 minutos raspados. ¡Y eso acordándome
del 5.000 que hice en el Ekiden hace dos años!
Desde que empecé a correr el 27 de Abril de este año,mi entrenamiento
más largo había sido de 4.000. Eso no lo sabían ellos.
Aunque quisiera ver esta carrera como un entreno, mucho me iba a
costar quitarme el miedo de encima.


Y ya que de miedo hablo, mi mayor miedo esa mañana era la maldita
cuesta que subía a la Glorieta del Maestro. Entre 600 y 700
metros cuesta arriba tiene la "amiga". Cometí el error de ir
predispuesto a pasarlo mal en ese tramo las dos veces que
ibamos a tener que pasar por él. Y eso, no debe hacerse.
De esto sólo se da uno cuenta a toro pasado, pero así es.
Lo recalco: ESO NO DEBE HACERSE.


Normalmente soy más positivo que negativo en todo lo que hago
en mi vida. Procuro ver siempre el lado bueno de las cosas.
Mi botella siempre está medio llena, nunca medio vacía.
Pero ese día... ese día reconozco que me porté muy mal.
Me mentalicé muy mal.
Dios y ayuda les costó a José Luis y a Bebeto llevarme hasta
donde me llevaron con sus consignas positivas.


Lo primero que hice antes de empezar la carrera fue cumplir con la
promesa que había hecho semanas antes. Dije que llevaría a Najat Tijani
conmigo, y así fue. La llevaba en forma de lazo azul celeste que me
coloqué en el hombro izquierdo de mi camiseta. Ahí fue conmigo
durante toda la carrera.


Llegó el momento de la verdad…
Se oyó un aviso para ir colocándose en la línea de salida. Tragar saliva
y aumentar los nervios fue todo uno. Un vistazo al pilsómetro me hizo decirle
a Bebeto: “Mira, todavía no hemos empezado y ya estoy a 100” Más de 100
indicaba mi pulsómetro.


Pistoletazo y caminando hasta el arco de salida por la aglomeración. Poco después
del arco, ya se podía decir que habíamos empezado a correr.
Hasta el kilómetro 4 todo muy bien. Con un primer kilómetro en 5:41 que no
dejó de sorprenderme, pero que había que achacar a la fogosidad del inicio de
la carrera. Sabía que poco a poco aquello no tardaría en ir en aumento de forma
irremediable hasta establecerse en mis tiempos de entre 6 y 7 minutos.


Justo en el kilómetro 4 empezaba la primera subida de la cuesta que llevaba
a la Glorieta del Maestro. Tal como la esperaba, tremenda para mis piernas.
No estuvo mal en lo que al crono se refiere: 6:19. Pero en cuanto a sensaciones,
terminé tan mal ese kilómetro, que me salté el control del kilómetro cinco.
se me pasó apretar el parcial en el crono. Hasta el kilómetro 6 no me di cuenta.
El alivio que encontré al allanarse el terreno e incluso descender para tomar
la recta del Pº de la Florida y la prolongación con Avda. de Valladolid, me
hizo recobrar las esperanzas de terminar más o menos bien.


Nada más pasar ese apuro, ese obstáculo, lo primero que hicieron José Luis y
Bebeto fue preocuparse de conseguirme agua en uno de los avituallamientos.
No me dejaron ni acercarme. Cogieron un par de botellas, tomé unos tragos
de una de ellas para enjuagarme la boca solamente y echarme algo por encima
de la cabeza. No estoy acostumbrado a beber corriendo y sé lo que me puede
pasar. La cosa puede terminar en vomitona. Me deshice de la botella y José
Luis se encargó de llevarme la otra para cuando me hiciera falta.


Y volviendo a lo de las esperanzas…
Pero sólo era un espejismo. Pasado el Klm 6, la fatiga se estaba empezando
a apoderar de mis piernas. Bebeto y José Luis de vez en cuando me preguntaban
cómo iban mis pulsaciones. Yo les iba diciendo: “145”, “140”, “150”… Creo
que a partir del kilómetro 6 ó 7 ya sólo era capaz de decir “40”, “45”… No era
capaz de hablar mucho más. Había que ahorrar energías.
Nunca he sido de hablar mucho corriendo. No suelo ir tan sobrado como para
esos lujos que otros pueden permitirse.


A la altura del K 6 estuve mucho tiempo sin hablar y tratando de recuperar
un aliento que no sabía dónde se me había quedado. Entonces Bebeto me
preguntó: “¿En qué piensas?” Mi sinceridad no podía ser más rotunda: “En los
4 kilómetros que quedan”. Me contestó: “Ese pensamiento no es bueno. Fuera
con él. Piensa en los 6 que ya llevas hechos, Ahora no quedan cuatro, queda el
7, y después el 8… y la meta a un paseo” Algo así me dijo. Y tenía razón.
Pero la idea de que se acercaba el suplicio de tener que subir de nuevo aquella
maldita cuesta podía más.


Y llegó el K 8. Nuevo remojón para quitarme los malos pensamientos. Se terminaba
la Avda. de Valladolid. Se terminaba la buena vida. José luis ya no sabía cómo
infundirme ánimos para no desfallecer. Acabábamos de rebasar a alguien y no
se le ocurrió otra cosa que decirme: “¿Quién te iba a decir que después de
8 kilómetros de carrera ibas a adelantar a alguien? ¿Eh?” No pude por menos que
sonreir. “¡Vamos! Pero si esto no es adelantar… Prácticamente estoy andando”
Y era verdad. “De andando, nada. Has adelantado a alguien y punto. Objetivamente
es así.” Me contestó Bebeto.

Giramos al final de la llana Avda. de Valladolid. Empezaba la cuesta maldita.
Con qué miedos la afronté esta vez. ¡Qué mal iba! “Vamos, levanta esa cabeza” me
decía Bebeto. “Tranquilo, que llegamos al 9 y esto ya se acaba. Ya está hecho”.
Y era verdad, pero yo no era capaz de verlo. No se puede subir una cuesta como
Esa con la mentalidad tan negativa que yo llevaba encima. Y sabiendo además
que estábamos a punto de entrar en el último kilómetro.


“¡Vamos, que esto no es nada! La de cuestas más duras que esta que habrás
hecho tú en tu barrio…” me decía Bebeto. Y una vez más tenía razón. Pero la
realidad era que para llegar al K 9 había empleado 7:45. Estaba a punto de sucumbir.
No sé las veces que me tuvieron que oir decir: “No puedo”. No lo sé, pero
cada vez que esas palabras se escapaban de mis labios, ellos me decían “¡Sí puedes!
¡Sí puedes!” Y yo no sé de dónde sacaba fuerzas ya, pero seguía luchando contra
la idea de abandonar. El cuerpo, las piernas me pedían echarme a un lado y dejarles
marchar. No lo estaba pasando bien.


Aunque con menos desnivel, había que seguir subiendo hasta la Glorieta de la fuente
Para dar la vuelta y terminar la carrera bajando. Pero eso que no parecía nada, y
que en realidad no era nada, apenas 500 metros, pudo conmigo. Cada vez que miraba
la fuente me parecía que estaba más lejos. “¿Quién está empujando esa fuente?” le
preguntaba con no poca angustia a Bebeto. Y el se reía.
Y no pude más, tuve que hacerlo, lo confieso. Dejé de correr. Bebeto me miró
asustado. Debió creer que me iba a parar. Y no era eso. Necesitaba andar un poco
para reponerme. Pude andar unos 20 ó 30 pasos con zancada larga para no perder
el tono del todo. Nuevos ánimos de mis escoltas, y reemprendí el trote. Me sentía
mejor para atacar el último tramo.


Conseguimos llegara a la fuente y doblamos alrededor de ella. Apenas quedaban
ya 300 ó 400 metros. Eso y que al ser cuesta abajo, me alivió muchísimo. Bebeto
me propuso llegar a meta esprintando. Yo le sonreí porque pensaba que lo que
no había hecho hasta allí, no lo iba a arreglar ahora esprintando. “¿Puedes?
¿Te atreves?” me decía. “¡Venga!” le contesté. Empecé a darle más vidilla a mis
zancadas. No sé cómo lo hice, pero lo hice. Al verme hacer aquello, Bebeto me
animó más todavía. “¡Vamos! ¡Ahí, levantando esas rodillas, que tú puedes!
¡Que te vean llegar fresco como una rosa!”
Y recuerdo que le contesté “¡Venga! ¡Vamos a contar mentiras, tra-la- rá…!”
Y los tres nos pegamos un esprint de unos 200 metros para llegar a meta.
Unos metros antes de llegar, Bebeto me cogió la mano y
me la levantó en señal de triunfo para pasar así por debajo del arco de la meta.


¡Lo conseguímos, lo consiguieron, lo conseguí! No sé cómo decirlo, todavía
hoy no lo tengo claro. Abrazos de alegría nada más pasar la meta entre los tres
que nos fundimos en uno. Impresionante. No podía expresar mi agradecimiento
con palabras en ese momento.


Pasada la meta, José Luis y Bebeto siguieron preocupándose por mí no dejándome
ni llevar el chip al control de meta. Creo que hasta ellos fueron los que me desataron
el cordón de la zapatilla para sacar el chip. Ni para eso me quedaban fuerzas.
¡Increíbles los dos! ¡Vaya pareja!
“Ya has hecho lo más difícil, que es empezar” me decía Bebeto una y otra vez.
“Verás como a partir de ahora todo será más fácil.” Y sé que tiene razón. Al
menos quiero que la tenga. En esta carrera había muchos miedos y muchos
fantasmas que matar. Creo que sí, creo que ya están todos muertos.


Amigos Bebeto y José Luis, gracias. Por acompañarme, ilusionarme,
motivarme y alentarme. Sin vosotros no habría podido.


Sé positivamente que la próxima carrera será de otra forma. Lo sé.
Y una buena parte de ella, os la dedicaré a vosotros si es que no la
corréis conmigo.


Gracias, amigos.

Mayo 2008 - Balance de sensaciones

<font size=4>Mayo 2008 - Balance de sensaciones</font>

No es mal balance el que puedo hacer del pasado mes
de Mayo. Ha sido más completo de lo que esperaba.


Atisbando al principio la posibilidad de un traspiés
que diera al traste con mis intenciones, pero sin
dejar aparcada del todo la ilusión por conseguirlo.


Aparte de las sesiones de entreno que me han ido
acercando a la hora completa de carrera contínua
- sin importarme de momento el promedio por
kilómetro -, de lo que más satisfecho estoy es
de haber podido acudir por primera vez a La Tapia.


Aunque sólo fueron unos minutos, al menos pude
palpar el ambiente que se respira allí.
Fue en la segunda Tapia de esta temporada. Espero
poder repetirlo pronto y ver si soy capaz de hacer
esos 16 kilómetros que todavía veo tan lejanos.


Tampoco puedo dejar en el olvido la reunión en
La Chana. ¡Cuánto tiempo sin ir por allí! Y lo
bien que me lo pasé conociendo a quienes no conocía
todavía Y volviendo a ver las caras conocidas
de antaño. Fue genial.


Tras esta carrera del Domingo espero que todo
siga saliendo como hasta ahora y que pronto
pueda ir empezando a pensar en empresas mayores.
Pero despacito. Porque despacito he empezado
y despacito pienso seguir. Con cautela y con
paso seguro.


Empecé con sesiones de poco más de 10 minutos
sin importarme las distancias. Luego he ido
pasando a fijarme en cómo me salían los kilómetros.
Flojitos, muy flojitos. Alternando recorridos
suaves con otros un pelín más exigentes que al
principio me colocaban en mi realidad, pero
que poco a poco he ido domando con mejores
resultados y mejores sensaciones.

Najat Tijani, ¿me acompañas?

<font size=4>Najat Tijani, ¿me acompañas?</font>

No corro desde hace dos años. Tal vez algo más, pero vamos a dejarlo en dos años. En todo este tiempo no me han faltado motivos, ni personas a las que podría dedicarles un maratón si es que algún día lo corro.

En primer lugar siempre ha estado mi hermano Luis. Falleció hace más de treinta años cuando yo apenas había cumplido los 18. Entonces fue cuando me inicié en esta afición. Por supuesto también están mis hijas y mi mujer. De hecho aún conservo una camiseta en la que hice imprimir la foto de mi hija mayor. Eso fue en el 95. Ella entonces tenía tres añitos. Esa camiseta era para el MAPOMA de ese año. Las cosas se torcieron y no lo corrí. Fue la vez que más cerca estuve de hacerlo. Pero como tantas otras, pasó de largo.

Recientemente falleció un cuñado al que apreciaba muchísimo. A él también le tengo en la lista. Siempre se interesó por saber cómo iban mis postoperatorios y si aún seguía con esta locura de afición, y si seguía con la idea de correr un Maratón alguna vez. Él practicaba mucho deporte. Corría hasta que sus rodillas no le permitieron hacerlo más. Entonces se dedicó de lleno a la bici. Y muy de lleno, por cierto.

También tengo un nutrido grupo de atletas populares que siendo novatos y no siéndolo, junto a ese grupo que me acogió tan bien en Moratalaz, el GGM, a pesar de lo poco que yo podía aportarles dada mi inexperiencia. Siempre estuvieron a mi lado en los momentos oscuros que me tocó pasar. Siempre pendientes y siempre encima. ¿Cómo no acordarme de ellos.

No, en verdad no me faltan a quienes dedicar un Maratón el día que lo haga.

Ahora, tras dos años de sequía forzosa por culpa de un par de tonterías que me hicieron pasar por quirófano – porque eso eran en comparación a otras cosas que les ha pasado a otros y que sí se puede decir que son de consideración, y aquí no tengo más remedio que acordarme de Antonio, el hermano de Kike (Dragón) -, ahora, justo cuando vuelvo al ruedo y lo primero que hago es disfrutar contemplando un MAPOMA, me llega la noticia del fallecimiento de Najat Tijani como consecuencia de su participación en él.

Que tal vez le hubiera pasado igualmente paseando por la calle o subiendo unas escaleras, de acuerdo, pero le pasó precisamente en el MAPOMA. Eso me ha marcado bastante. Me impresionó y aún sin conocerla, me la hace tan cercana por pertenecer a esta familia de amigos, de los que formo parte, que es como si así hubiera sido.

Por eso, he decidido que la primera carrera que corra después de estos dos años de sequía, se la dedicaré a ella. Si la suerte me acompaña y todo va como hasta ahora, sera dentro de muy poco. El 15 de Junio tengo pensado correr la de San Antonio de la Florida. No tengo claro en qué forma la llevaré conmigo pero algo se me ocurrirá. Tal vez una cinta con su nombre o un brazalete, no sé, pero de cualquier forma irá conmigo. Eso seguro.

Es poco, lo sé. Es una carrera de tan sólo 10 kilómetros, pero para mía después de tanto tiempo será casi una hazaña. Por eso se la quiero dedicar. Porque para mí va a suponer un esfuerzo extra.

Najat, esa parada cardiorrespiratoria que te fulminó no acabará con tu recuerdo para muchos de nosotros. Muchos somos los que te tendremos presente de aquí en adelante. Tu recuerdo nos acompañará por mucho tiempo. Si todo tipo de prensa ha silenciado tu desaparición, somos muchos los que mantendremos vivo tu espíritu atlético. Que sí, que falleciste haciendo lo que más te gustaba, pero que también somos muchos los que haremos que eso no se olvide. Te conociéramos o no. En esta afición eso no cuenta. Bien lo sabemos.

Hasta siempre Najat. Un abrazo de este modesto aspirante a maratoniano para Ismael, y para todos sus familiares y amigos.

Mi crónica de MAPOMA 2008

<font size=4>Mi crónica de MAPOMA 2008</font>

42.195 metros, dan para mucho. Y por fuerza tiene que ser así.


Esa mañana, yo salía de trabajar apenas dos horas antes del pistoletazo de salida. Me había tocado hacer el turno de noche, y por mucho empeño que pusiera, difícil me iba a resultar estar presente en la tradicional sesión de fotos previa a la carrera, e incluso en la salida misma.


Tal vez si hubiera ido solo, hubiera hecho el esfuerzo, pero no era el caso. Mi hija pequeña, Miriam, de ocho añitos tenía ilusión por acompañarme a ver la carrera. Así me lo había dicho días antes. Creo que un poquito envenenada con todo esto la tengo ya. Todo lo que oye comentar a su padre acerca de las carreras populares, y la cantidad de amigos que se mueven en ellas y que tengo la fortuna de conocer, ha hecho mella en ella.
Creo que a esto se lo llama hacer doctrina. Y yo tengo la sensación de haberla hecho. Más adelante comentaré por qué.


Lo que tampoco podía hacer era someter a un madrugón a mi pequeña, que sabía que la noche anterior se había acostado tarde, ni hacerla pasar de cabo a rabo las cinco o seis horas que hubiera supuesto seguir el Maratón de un punto a otro durante toda la mañana del Domingo, máxime con el calor que sabíamos que iba a hacer. El resultado hubiera sido el contrario al que buscaba. Podría haber conseguido que terminara odiando las carreras populares y todo lo bueno de ellas que a mí me había oído contar tantas veces.


Yo me conformé con ver en casa la salida por televisión. Los dos años anteriores, debido a sendas operaciones de mi pie, también fueron así. Pero esta vez la diferencia estaba en eso, en que ahora podía verla con los dos pies en el suelo y no con uno de ellos en alto.
Las sensaciones fueron las mismas. Se me saltaban las lágrimas y no exagero. Sentí cómo se me erizaba la piel al ver aquello. Lo juro. Me sentí allí. Alí mismo, y con los que estabais allí. Y me alegré de ver que esto no ha cambiado por duros que hayan sido los tiempos para mí en el intervalo transcurrido desde que disfruté con vosotros de todo esto por última vez.


Ya levantada y lista Miriam, a eso de las diez de la mañana, con todos los preparativos listos, gorras, agua, cámara de fotos y un interesante folleto impreso, aportado por Pablo unos días antes en el foro, que hablaba sobre el recorrido del MAPOMA y su correspondencia con diferentes estaciones del Metro, nos pusimos en marcha. Hice mis cálculos y tras ver varias opciones, decidí que lo más adecuado era que nos situáramos en algún punto kilométrico donde nuestra presencia pudiera ser más motivadora para vuestras castigadas piernas y vuestros maltrechos cuerpos. Un kilómetro en el que ver una cara amiga, una cara conocida, pudiera ser aliciente para sentir ese subidón que tanto se puede necesitar a esas alturas de la carrera. ¿Y qué mejor punto que los cinco o seis últimos kilómetros?
Tras examinar el folleto de la carrera, decidí que un buen punto de encuentro podía ser donde estaban situados los kilómetros 36, 37. Esto era a la altura del Paseo de las Delicias. Salimos en la estación de Delicias y vimos a cuatro pasos el lugar por donde pasaba el Maratón. Miriam iba entusiasmada. Yo, no hace falta que diga cómo iba. Creo que hasta me temblaban las piernas.


Eran más o menos las 12 del mediodía para entonces. Nuestro Josero, “el joven Jedari”, ya había llegado a meta. Así de intratable es el amigo. Tengo entendido que llegó a meta pidiendo perdón. Llegó diciendo: “No, si yo no quería… Ha sido sin querer… Yo no salí a correr este Maratón para hacer este tiempo… Perdón, ha sido sin querer…”
Esto por supuesto es una broma mía, pero es lo que le comenté al bueno de Josero días más tarde por teléfono. Y sin embargo recordad que más o menos decía esto unos días antes. Decía que no iba al Maratón con pretensiones. ¡¡2:58 que se hizo el amigo!!¿Qué os parece? Sin querer. ¿Qué no hará cuando salga con pretensiones?


Mi pequeña aguantó como una heroína el paso del tiempo y de los corredores y los rigores del sol hasta ver la primera cara conocida. Entonces me di cuenta de lo curioso que es que los que corren, por increíble que parezca, tienen más fácil ver a los que les contemplan desde los márgenes del recorrido, que a nosotros los espectadores localizar a alguien que está corriendo. Con las dos primeras caras conocidas me pasó esto. Pero vamos por orden…


Nada más llegar allí, el ambiente me pudo. Cuando nos colocamos en la cinta que delimitaba la línea del público, intenté dar los primeros gritos de ánimo. No pude. Se me hizo un nudo en la garganta. ¡¡Y no conocía a nadie de los que veía!! Y aunque a mis ojos eran todos anónimos, todos y cada uno eran compañeros. Pero era increíble. Me vi incapaz de pronunciar palabra. Mis ojos sí que debían de hablar por sí solos. Y lo que sentía en el pecho, indescriptible. Sólo con mis palmas era capaz de dar rienda suelta a todo lo que bullía por mi interior. Aquello era maravilloso.


Pasado un buen rato ya pude reaccionar. Me hice oír. Y me alegro, porque era ese un punto bastante silencioso. Y eso me daba rabia. Miriam alucinaba con todo lo que veía.
Me decía: “Papá, ¿es que les conoces a todos?” Jajajaja… Yo me tenía que reír.


De pronto, pasados unos minutos, alguien se detiene delante de mis narices para saludarme. Era Miguel, mi compañero de trabajo. Mi mentor. El culpable de clavarme el aguijón para volver a este mundillo. Al menos para intentarlo. Sudando, sofocado, y haciéndome sentirme culpable por tenerle allí parado comentándome cómo le iba. Yo empujándole a seguir y él allí parado explicándome. Gracias Miguel. Tú me viste, no yo a ti. La verdad es que sin el uniforme, y vestido de atleta ganas mucho. Choque de manos y a seguir… Terminaría con 3:43. Sé que no es su tiempo, pero aquél calor le fundió los plomos. Como a muchos.


Sólo unos minutos después me volvió a ocurrirme lo mismo. Alguien se volvió a detener delante de mí… “¡¡Pepillo!!” ¡¡Era Pablo!! ¡¡Dios, qué emoción!! Choque de manos. Otra vez a sentirme culpable. Sé lo que puede ser pararse a hablar con semejante esfuerzo a las espaldas. ¡¡¡Qué detalle, te marcaste, Pablo!!! ¡Cómo me alegró verte y que me vieras!
Pablo terminó con 3:52:56. En palabras suyas, esos 4 segundos se los trabajó a fondo, jajaja… Seguro que sí.


Y seguían pasando corredores. La fiesta seguía su curso mientras oía sirenas que luego supe lo que eran. Luego supe de lo que había ocurrido a poco más de un kilómetro de allí. Una corredora había desfallecido necesitando atención médica. Unos días más tarde, por desgracia falleció en el H. Gregorio Marañón. Duro tributo por sentir esta afición. Cosas así no deberían ocurrir.
Pero volviendo a la carrera en sí y a aquellos momentos que vivimos mi hija y yo, pude ver cómo mi pequeña se iba integrando poco a poco cada vez más en la fiesta que era el paso de los corredores por donde estábamos. De pronto, ni corta ni perezosa, traspasó la línea del paso de carrera para extender su mano y chocarla con todo aquél que pasaba cerca de ella. Era gracioso verla porque los había que se desviaban un poco con tal de chocar su mano con la de Miriam. Aquél gesto simpático de ella me emocionó y mucho. De esto, hay unas cuantas fotografías que dan testimonio de esos momentos. Tan pronto las tenga colocadas por algún sitio, avisaré de ello.


A eso de la una de la tarde, cuatro horas después de iniciarse la carrera, volvió a producirse el milagro de que me vieran a mí antes que yo a alguien de los que corrían. Oí que alguien me decía: “¡Pepe! ¿Qué tal? Mira, ahí viene la loca…” No era otro que mister Krismaran, que señalando para atrás y sonriendo, me indicó por dónde venía Sylvie. Ahí estaban los dos separados por apenas unos metros. Saludé a ambos y ahí empezó mi locura. No sabía con quién de los dos compartir unos metros de trote. En un momento, lo resolví. Miriam tomó de la mano a Sylvie y fue con ella. Sor sonrisa, estaba como siempre: feliz. Se la ve siempre eternamente feliz. Y su felicidad es contagiosa. Iba escoltada por alguien más pero no supe reconocer a nadie. Que me perdonen.


Yo, me escapé con Krismaran por delante y pude compartir con el unas cuantas zancadas. Pudieron ser unos doscientos metros, tal vez algo más. Pero hubiera podido seguir muchos más. Hablamos un poco y en esto que oí los gritos de Sylvie llamándome la atención por Miriam que iba tan contenta. Tenía miedo de que la pobre no pudiera correr por más tiempo. Entonces me paré y me di la vuelta para recoger a Miriam que estaba disfrutando como nunca. No creía que iba a aguantar tanto. Tiempo después me ha demostrado lo que puede aguantar, pero eso es otra historia.


“Pobrecita, que va a terminar reventada” me regañaba Sylvie. Abracé a Miriam y ya me despedí de ellos y los dejé marchar. Con envidia, con rabia, pero contento. Muy contento por haber conseguido verles.


Unos minutos después, el caso fue distinto. Fui yo quien vio y reconoció a alguien por una vez. Ni más ni menos que a Eva. Su nick creo recordar que era Evaruner. Pletórica como siempre. Esta mujer es nacida para correr. Me acuerdo que en tiempos, era rara la carrera en la que no corría ella. Se apuntaba a un bombardeo esta mujer.
Pude saludarla y se detuvo un poco para estirar. Tenía mucha necesidad de ello.
¡Eva, qué bien te vi! Otra que va con la sonrisa permanente sufra lo que sufra. Espero verte en otras.


Después de eso nos quedamos por allí un rato. Tomé una foto del IPOD que un espontáneo sacó a la calle con un alargador desde su balcón y lo colocó encima del techo de un coche. Entonaba ese “Aleluya” que ponía los pelos de punta al más pintado. Unos minutos después nos fuimos al Metro para trasladarnos al Retiro a ver lo que pudiera y dudando mucho de encontrarnos con alguien conocido. Miriam, tengo que decirlo otra vez, iba contentísima. Y yo por verla así, también.


Cuando llegamos al Retiro aquello ya estaba tocando a su fin. Como suponía no nos encontramos a nadie conocido, ni tenía posibilidad de contactar con nadie porque no llevaba el teléfono.
Sonreí pensando que aquél era vuestro momento. El de disfrutar de haberlo conseguido y me imaginé cómo debíais de estar pasándolo. Tuvimos la oportunidad de ver llegar a Meta a alguien que creo que llamaban el abuelo de MAPOMA. Un hombre que ha corrido las 31 ediciones de MAPOMA. Llevaba una camiseta con el dorsal 30 por los 30 MAPOMAS que llevaba a sus espaldas. ¡Qué ejemplo! Me dejé las manos aplaudiéndole.


Y ya sólo un paseíllo por el Retiro y llevar a Miriam a alguno de los parques de juegos que hay allí. Se lo merecía. Merecía disfrutar ella un rato con sus juegos.
Luego nos fuimos a casa. Ella feliz por acompañarme y ver aquello, y yo feliz de haberlo visto y que ella estuviera allí conmigo para verlo. Se lo pasó bien.


Hay otras muchas sensaciones de aquél día que no tengo más remedio que dejar en el tintero, porque es imposible describirlas y no quiero someter a nadie a pasar más rato leyendo esta crónica. Todos sabéis de sobra de las cosas de las que hablo. Y ahora… a soñar… a soñar de nuevo con ese MAPOMA. Esta vez es el MAPOMA 2009. Tan lejos y tan cerca. A soñar con él… ¡¡¡Voy a por ti, MAPOMA 2009!!!


Un abrazo para todos los que pude ver y para los que no.
¡Qué buena jornada pasé! (¡Pasamos!) ¡Gracias a todos, campeones! ¡Y enhorabuena!

MIS FOTOGRAFÍAS DE MAPOMA 2008 ESTÁN DISPONIBLES EN:
http://pepemillas-lucesysombras.blogspot.com/

42.195 metros - Crónica de MAPOMA 2008 - El anuncio -

<font size=4>42.195 metros - Crónica de MAPOMA 2008  - El anuncio -</FONT>

La crónica está en el horno.
A la marcha que va, promete ser un ladrillazo, advierto.
Tan pronto como la tenga lista, aquí estará.

Como aperitivo, valga esta foto. Seguro que Krismaran
recuerda este momento. Por lo que le oí decir,el Aleluya
os persiguió por todo el Maratón. Este fue uno de los
Aleluyas que pudísteis oir esa mañana. Allí estaba yo
para inmortalizarlo.

Abrazos.

¿Acaso tendré miedo?

<font size=4>¿Acaso tendré miedo?</font>

Recientemente he hablado y lo sigo haciendo, con un compañero de trabajo
que comparte esta afición por el atletismo popular con nosotros. Y más
concretamente por el Maratón.


Lleva en sus piernas un buen cirriculum de MAPOMAS y Medios Maratones
de Madrid y San Silvestres. Es decir que experiencia no le falta.
Se llama Miguel y para más abundancia tenemos amigos de esta afición
en común. Entre otros diré que conoce a Kike, y a Emilio Comunero.
Por eso cuando hablamos de todo este mundillo de las carreras populares,
a mí, irremediablemente se me hace la boca agua. Y él lo sabe.


No son pocas las veces que me ha animado a retomar las zapatillas.


El caso es que hace pocas fechas, después de correr el último Medio
Maratón de Madrid, me picó tanto tantísimo comentándome cómo le fue
la carrera, que no pude por menos que llamarle un poco después por
teléfono empezada ya mi jornada de trabajo.


Y no era para otra cosa que para darle las gracias.
Sí, porque desde que me subí al coche en el que hago la patrulla,
hasta que llegué a mi primera parada del día, me pasé el trayecto
reflexionando sobre qué podía ser lo que me pasaba. Y llegué a la
conclusión de que tal vez lo que tenga sea miedo. Miedo a ver a los
médicos que me podrían dar la solución a este parón en el que me
encuentro. Miedo a que me digan sobre todo, que me olvide de este
deporte que tanto quiero. Miedo a que tal vez no tenga solución lo
de mi pie, que es lo que me hace tener cierto reparo a ponerme las
zapatillas para intentarlo siquiera una sola vez.


Y me planteé si ese miedo del que tal vez no me había dado cuenta
hasta ahora es el que me impide acudir al médico para ver qué salida
puede tener esto. Por eso, cuando le llamé a mi compañero Miguel,
además de darle las gracias por abrirme los ojos a algo que hasta
ese momento no había sido capaz de ver, le hice la promesa de ir
al médico de cabecera tan pronto me fuera posible para pedir cita
para el traumatólogo.
Sí, se lo prometí. Y así lo hice días después. Pasé por la consulta
y tengo cita para el traumatólogo, el próximo 25 de este mes.


En cuanto me dieron el volante para el médico de cabecera fui
expresamente a ver a mi compañero Miguel para enseñárselo y para
darle de nuevo las gracias. Ahora tengo la promesa en el aire de
que si todo va bien, le debo una trotada juntos del mismo modo que
la tengo pendiente con Josero, con Tetovic y tantos más.


Por todo ello quiero mandar desde aquí un saludo a Miguel y un fuerte
abrazo por haberme hecho recobrar la ilusión y las ganas por volver
a intentarlo. Gracias, compañero.


Esperemos acontecimientos. Y que unas plantillas, que es en lo que
tengo planteadas mis esperanzas, sean la solución. Porque desde
luego, a lo que no estoy dispuesto, es a volver a pasar por un
quirófano. Al menos por este motivo.

Las nubes se fueron, pero el sol no me llega

<font size=4>Las nubes se fueron, pero el sol no me llega</font>

Hace unos días oí en la radio una canción que decía esto.
Creo que era de Julieta Venegas. Y es que algo así es lo
que me pasa a mí. En vísperas del MAPOMA 2008, no tengo
más remedio que echar la vista atrás y repasar todo lo
pasado hasta aquí.


Un buen resumen sería: Cojo no estoy, pero bien tampoco.
Sé que el pie no marcha. Me permite andar y trabajar,
pero para lo que yo quisiera… no me sirve.


Sé que lo peor ya pasó. Y que no quisiera volver a pasarlo
también lo sé. Pero lo que ha quedado no es mejor. Las nubes
se fueron, pero el sol no me llega. No veo los frutos de
tanto sacrificio y de tanto mal rato pasado, sobre todo
por los míos más que por mí mismo.


Echo de menos correr y sentir la brisa chocando en mi cara,
sudar la camiseta en verano, entumecerse las manos y los
labios en invierno, el asfalto deslizándose bajo mis pies
y el peso de los kilómetros trotados en mis piernas.
Echo de menos todo eso.


Y ahí está mi perrilla Noa preguntándome: “¿Qué vas a hacer?”.


Esperar – la respondo -, esperar… Dentro de poco veré al
traumatólogo y será quien aclare las dudas que tengo.
Mientras, esperar y prepararme para asumir lo que tenga
que decirme. Y si es lo que yo creo, prepararme para una
resignación para la que no me siento capacitado.

Ahora, sólo pensar en MAPOMA 2008 y la fiesta que será
reunirme con los amigos que lo van a correr. Hace tanto
que no los veo...

Agua de borrajas

<font size=4>Agua de borrajas</font>

“En Abril, aguas mil”. Eso reza nuestro refranero.


Sería antes, porque lo que es a día de hoy… Ni en la sombra se parece este mes de Abril a lo que fueron antaño. A la vista está la pertinaz sequía que nos acucia y que a no mucho tardar, nos empezará a pasar factura poco antes del verano, si no lo está haciendo ya.


Recuerdo aquellos meses de Abril frescos y caudalosos. Hace pocos días, cayó en Madrid una importante cantidad de agua. No voy a decir que fue una tromba, pero sí algo más que una simple lluvia. Me pilló regresando del trabajo, y contra lo que es mi costumbre, de la impresión que me dio ver caer tal cantidad de agua, apagué la radio que suelo llevar a un volumen bastante elevado.


Oír el repiqueteo de esas gotas de agua golpeando el techo del coche, y ver cómo los limpiaparabrisas no daban abasto, era todo un espectáculo. Merecía la pena ser disfrutado. Tan sólo fueron unos minutos, pero unos minutos en los que se podía perdonar hasta el caos circulatorio que se originó. ¿Acaso nos pasó lo mismo a todos los que estábamos circulando en ese momento? ¡Quién sabe!


El caso es que de poco sirve una lluvia así si a las pocas horas ves lucir un sol esplendido como el que lució. Y de la lluvia no se ha vuelto a saber nada. Sin una continuidad, esto va de mal en peor. Pero al menos pude inmortalizar ese momento. Me quedo con él, porque no sé cuando volveré a ver otro igual.


Saludos.
Aquí sigo con mis monólogos interiores.

¡Silencio! ¡No me interrumpan!

<font size=4>¡Silencio! ¡No me interrumpan!</font>

Perece la noche,
resucita el nuevo día,
con derroche,
inundando de vida
cada rincón,
cada calle,
cada alcoba,
cada perspectiva.


Cada rincón, que en la penumbra de un callejón acogió
el abrazo y el verso furtivos. Quizá hasta prohibidos,
pero siempre de amor.


Cada calle, que ya va haciéndose eco de las voces de
los niños camino del colegio. Del deslizar de los cierres
metálicos que los tenderos suben con energía para comenzar
la jornada. Del rechinar de neumáticos que apuran semáforos.


Cada alcoba, en la que durante la noche que todo lo oculta
y que todo lo cobija haciéndose cómplice, se desarrolló
una hermosa batalla de amor, de besos, de abrazos,
de pellizcos, de caricias. De gemidos y hasta de risas.
De sudor, vapores y néctares prodigiosos. De dulces momentos
que desembocaron en desbocado éxtasis.


Sale el sol. ¡Silencio! ¡No me interrumpan! Me gusta
contemplar la vida desde mi balcón a primeras horas de la
mañana; cuando esa media luz me habla, me susurra de lo
que pudo haber apenas unas horas antes. En cada rincón,
en cada calle, en cada alcoba.


Comienza el día y se cierra un círculo más. Se cierra
un círculo de un ciclo que nunca termina. ¡Silencio!
¡No me inerrumpan!

Y la vida continúa...

<b>Y la vida continúa...</b>

Y hay que seguir adelante... Contra viento y marea...

¡Y pasa tan deprisa!
Ni tiempo me ha dado de comentar cómo se iban cargando ya las ramas de los olmos que pronto descargarán sus semillas por doquier. De hecho ya lo están. Y de hecho ya las están descargando. Cada vez lo hacen antes.

¡Pasa tan deprisa la vida...!

Al rescate de la cordura

<font size=4>Al rescate de la cordura</font>

Y lo hizo. Se terminó el año 2007. Y empezó 2008. Y pasó Enero. Pasó de largo como un suspiro. Esto, dicho siempre subjetivamente y apreciado desde mi propia óptica, y desde el ritmo de vida que llevo, que por otra parte no creo que sea muy diferente del de muchas y muchos. Un ritmo de vida que a finales del año pasado me había propuesto no seguir llevando, pero que se impone contra la voluntad de uno por mucho que uno se resista.


Y llegó Febrero. Aún siendo bisiesto este año, pasó delante de mi vista con la misma ligereza que Enero.
Mediaba Febrero cuando estuve a punto de escribir las primeras líneas de este año en mi libro de bitácora. Iban a ser unas líneas que hubieran hablado de la decepción que me producía el darme cuenta de que nuevamente tenía que resignarme a un ritmo de trabajo que ya el año pasado me absorbió sin piedad – más de lo que es medianamente recomendable -, y que me había propuesto que este año no me volviera a ocurrir. Pero ha ocurrido. Eso es lo cierto. Y no le veo visos de que vaya a cambiar.


En Diciembre me había hecho la promesa de que este 2008 iba a ser un año de reencuentros. Y lo dije. Un año en el que me propondría sentir que verdaderamente soy yo el que pasa por la vida en vez de sentir que es la vida la que me pasa por encima como una apisonadora. Pero no, una vez más veo que no ha sido ni va a ser así.
Rencuentros de muchas clases eran los que me había propuesto llevar a cabo. Con personas, sobre todo con amigos y familiares. Con aficiones, con ilusiones, con proyectos… ¡Qué sé yo!


Y comenzó 2008. Un año que nos ha marcado profundamente a la familia no habiendo hecho más que comenzar. Un año este bisiesto 2008 que es de esos que se te quedan grabados para el resto de la vida con nombre propio. Uno de esos años que cobran especial relevancia más por lo que te quita que por lo que te da o por lo que logras.


Mediaba Enero cuando yo incluso tenía hechas unas fotos de las yemas de los almendros que se preparaban para reventar en cualquier momento para anunciar una Primavera que se mostraba cercana y prometedora. Un período en el que uno ha de suponer que es cuando se renueva el ciclo vital de todo. Un renacer, un recomenzar.
Pasaron los días y las semanas y yo sin poder sacar hueco para mostrar esas fotos ni hablar de lo que ahora estoy hablando.


Pero no, el destino tenía guardada otra clase de realidad para todos nosotros en casa. Fue cuestión de horas pasar de unos deseos de hablar de esa incipiente Primavera anunciada por los cada vez más numerosos almendros repartidos por la ciudad, que te estimulan para ver las cosas con renovado optimismo, a tener la esperanza de retomar con nuevos bríos las riendas de las cosas que tienes abandonadas, a caer en la más absoluta oscuridad vital. Como digo, cuestión de horas pasar de una cosa a otra.


Ese oscuro y profundo abismo que se abre entre lo que uno desea y lo que realmente nos impone la vida, se abrió ante nuestros pies una tarde de Febrero. El 17 concretamente, a eso de las seis y media de la tarde, sonó el timbre del teléfono como tantas veces. Sin embargo, ojalá nunca hubiera tenido que sonar. Ojalá nunca hubiera tenido que ser descolgado. Ojalá no hubiera habido que escuchar por él las palabras que ojalá nunca hubieran tenido que ser pronunciadas.

La paz del Domingo quedó quebrada como frágil cristal en cuestión de segundos. Un Domingo en que como pocas veces podíamos estar juntos los cuatro por aquello de que no todos los fines de semana puedo librar. La voz de mi mujer que fue la que cogió el teléfono empezó a romperse entre preguntas sobre algo que era incuestionable.
Era nuestro sobrino Daniel, de Alicante. De su boca tuvo que escuchar Isabel palabras que le parecían tan irreales como aberrantes. Y por irracionales que parecieran no había más remedio que asumir y que digerir.
Con no poca preocupación la pregunté qué ocurría. Al verla levantarse como un resorte del sofá y preguntar de aquella manera entrecortada y alzando cada vez más la voz, quedaba patente que algo grave ocurría. Intuí que era una de esas cosas que uno no desea escuchar jamás. Aguardé a que colgara el aparato con impaciente inquietud.


- Mi hermano, mi hermano… – me decía.
- ¿Qué…? ¿Pero qué ha ocurrido? – preguntaba yo tomándole las manos.
- Mi hermano… - no le salían palabras. Y es que hay palabras que son impronunciables. Palabras que ni debieran ser dichas, pero que uno teme hasta cuando no suenan porque sabe que son justamente las que vas a terminar oyendo.
- Mi hermano ha fallecido… - Isabel se rompió y la sujeté con más fuerza si cabe las manos.
- ¡¡¿Qué?!! – pregunté incrédulo. Aquello no era real. No estaba ocurriendo… Pero sí… estaba ocurriendo….
- José Luis… ha fallecido en accidente de tráfico… Mi hermano… mi hermano…


Y a partir de ahí, todo lo que cabe suponer. Las niñas estaban en casa y enseguida se dieron cuenta de que algo grave ocurría.
Recuerdo ahora que hasta la perra, que estaba tumbada en la alfombra del salón plácidamente, se levantó inquieta y comenzó a ladrar desaforadamente y a saltar sobre unos y otros. Hasta ella se dio cuenta de que algo había roto la tranquilidad de aquél fatídico Domingo.
Los llantos se dispararon en los cuatro en cuestión de segundos. Todo era caos e incomprensión ante algo que nos parecía irracional. Los “¿por qué?” comenzaron a surgir de nuestras gargantas con angustiosa cadencia. Nos abrazamos los cuatro.
No sé cómo decirlo pero era como si al mismo tiempo aquello no estuviera ocurriendo, pero estaba ocurriendo. Así son estas cosas. Así de crudas e irracionales.


Sólo mes y medio habíamos estado todos juntos en casa como cada Navidad, incluso con una boda de por medio y ahora aquello no era más que historia. Todo habían sido risas y alegría, y ahora, todos rotos.


Como pudimos, comenzamos a pensar en los familiares de los que uno es capaz de acordarse en esas circunstancias, para hacer tan odiosa llamada.


La vida te da y te quita cosas. A mí me ha quitado de cuajo más de 20 años de conocer a un cuñado entrañable. Una persona alegre y optimista como pocas. Una persona que profesionalmente fue un ejemplo a seguir. Padre y esposo ejemplar que adoraba la vida familiar y que sabía rodearse de amigos en un trato que ahora muchos han comenzado a valorar en su justa medida y que ya han comenzado a echar de menos.
Alguien con quien siempre tenías unas risas aseguradas. Era alegría contagiosa. Todos hemos perdido mucho, pero como tantas veces, uno no termina de darse cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde.


Como le dije a mi hija Ana en aquellos primeros duros momentos de incredulidad, esta es de las cosas que le paran a uno los pies de golpe y le ponen en su sitio.
Especial puñalada trapera del destino para ella porque era su padrino. Puñalada trapera al fin y al cabo para los cuatro, que sentimos como se nos clavó a todos a la vez.


José Luis, dejaste huella. No te quepa duda. Nunca fallecerás del todo porque para quienes te queremos – y digo bien, “te queremos” porque aún no nos podemos creer que ya no estés entre nosotros -, y te recordamos, siempre estarás vivo. Más vivo que nunca. Tu voz, tus risas, tus anécdotas, tus vivencias, tu generosidad y ¿por qué no?, hasta tus momentáneos enfados, que bien pocos eran, quedarán para siempre vivos y latentes entre nosotros.


Ahí están tus hijos Irene y Daniel para recordar y revivir uno tras otro todos esos momentos, muchos de los cuales hemos tenido la fortuna de compartir.

Ahí está tu esposa Mati, para mantener fresca tu memoria y tu recuerdo, pero sabiendo de la fortaleza que será necesaria para seguir adelante.


Yo por mi parte, José Luis, vuelvo a decirte lo que te dije por última vez en aquél frío lugar en el que nunca debiéramos habernos reunido y que ojalá nunca hubiera tenido que decirte. Al menos, sin que pudieras oírme:

José Luis, gracias.


¡¡ Acábate ya, 2007, acábate ya !!

Si por algo deseaba volver a este mi primitivo Blog,
es principalmente para saludaros a los que todavía
sigáis pasando por aquí y desearos lo mejor de lo
mejor en 2008, año que deseo que no os traiga nada
más que cosas buenas.

Por otra parte también deseaba volver para despedirme
de un año que considero me ha robado al menos 6 largos
meses, y pensar que de alguna forma me resarciré
en el nuevo año 2008 que comienza.

Eso sí, 2007 no terminará sin que le sacuda en los
morros y a lo grande. Ya explicaré por qué.
De momento prefiero reservármelo.

Amigos, un abrazo muy fuerte para todos
y un muy Feliz Año 2008.

Y por favor... 2007... ¡¡¡Acábate!!!

No va mal, va despacio, pero por buen camino

<font size=4>No va mal, va despacio, pero por buen camino</font>

No me puedo quejar. Esta vez no. Va despacio pero bien. Por buen camino. A buen ritmo y a buen paso.

Esta vez me siento más observado. El seguimiento está dando sus frutos. No tiene
nada que ver el pie que tengo dos semanas después de la operación, con el que
tenía tres meses después de la operación anterior. Ni punto de comparación.

¿Es que habrá surtido efecto la queja presentada en su día en Atención al
Paciente? ¡Cualquiera sabe!

Hoy me han quitado tres de las cinco grapas que me quedan por quitar. Probablemente
el Lunes o el Martes terminen de quitarmelas y con ello habrá terminado lo más
desagradable de este proceso. A partir de ahí será cuestión de tiempo tan sólo.
¡¡ Qué ganitas, Dios !! ¡¡ Qué ganitas !!

Vuelvo a recurrir a la foto de Grey para acompañar estas líneas, porque así es
como me siento en estos momentos. Voy viendo cada vez más luz por entre las nubes.

Espectacular descubrimiento

<font size=4>Espectacular descubrimiento</font>

Ha sido descubierto un planeta fuera del sistema Solar, de parecidas condiciones y características a las del planeta Tierra.
Esto ya no es noticia, ya lo sabemos todos. Es por comentar algo en lo que me ha dado por pensar al conocer la noticia.


De momento está a salvo, pues está situado a 20 años luz de la Tierra. Con la tecnología actual se tardarían 50 años en llegar allí. Cuando la energía fotónica esté a punto, estará a tiro de piedra.
Lo que he pensado es… ¡¡¡ Qué lástima de planeta !!! Al menos mientras la Coca Cola no llegue allí, seguirá estando a salvo. Ni las guerras, ni el hambre, ni la devastación forestal, ni las burbujas inmobiliarias…


A ver lo que dura estando a salvo.

Tres días de aúpa...

<font size=4>Tres días de aúpa... </font>

Estos tres últimos días han sido particularmente antipáticos
de llevar. El Lunes no pudieron hacerme la cura porque no les
gustaba nada el aspecto que presentaba el pie a pesar
de estar bajo una dosis bastante fuerte de antibióticos.
No se atrevieron a quitarme las grapas.


Me mandaron ir al Hospital Virgen de la Torre que es donde
me operaron para que me hicieran un drenaje. Fui el mismo
Lunes, no esperé ni un día.
Me alegro de haberlo hecho. No me hicieron el drenaje, pero
las perrerías que me hicieron me dejaron un mal cuerpo de
tres pares de narices. Me "exprimieron" literalmente la herida.
Prefiero no describir lo que salió por ella. Vamos a dejarlo
en que me "extrajeron" a empujones un coágulo de sangre
bastante importante.


Ayer Martes tenía el pie dolorido todavía y no pasé muy
buen día ni con calmantes.
Hoy nueva sesión de "exprimido de pie". Han sacado más.
Y mañana me espera otra.


La enfermera alucinaba hoy al ver que apenas me alteraba
al pellizcar la herida. "¿Pero no te duele?" Y yo: "¡Claro que
me duele ! Pero haga lo que tenga que hacer. He aprendido
a soportarlo" Ella: "¿No se marea?" Y yo: "El dolor y yo ya
somos íntimos. No pienso en lo que me duele, sino en lo
bien que voy a estar cuando esto termine" Y ella: "Así
da gusto. Pues nada voy a aprovechar para apretar un
poco más" Y yo: "Apriete, apriete. Sólo saber que no hay
infección ya me da ganas de salir bailando de aquí"
Y ella se reía.


Que no, que no hay nueva infección. Eso me tranquiliza.
No tenía ni idea de que "todo eso" podía estar dentro de
mi pie. Pero ya no está.


El dolor es bueno, te recuerda que estás vivo, que diría
el amigo ATENAS.
A seguir pensando en cuando todo esto termine. Ya está
unos cuántos kilómetros más cerca la meta.
¡¡ Y pensar que algunos se hacen un Maratón en 3 horas y
otros ni siquiera hemos pisado la línea de SALIDA en casi dos
años... !!


¡¡¡ Qué envidia más grande la que me dais los últimos
Mapomeros !!! Esa salida... esa llegada... esos momentos...
He corrido tantos Mapomas ya en mi cabeza que he
perdido la cuenta. Cada día que pasa corro uno.
Lo imagino, lo sueño, lo acaricio, lo vivo...

Carta abierta a los amigos que correrán MAPOMA 07

<FONT SIZE=4>Carta abierta a los amigos que correrán MAPOMA 07</FONT>

Que el Domingo en el Mapoma tengáis más suerte de la
que he tenido yo hoy. No quería dejar de asomarme
al balcón a decíroslo, no sea que luego no haya tiempo.


No, no han ido bien las cosas. Pero no pasa nada.
NO PASA NADA. De sobra sé que esto es cuestión de
tiempo y si es así ¿qué más da 10 días más que diez dias
menos después de llevar con esto casi año y medio?


Pues eso que según el "trauma", a tenor de la dosis de
antibióticos que llevo encima, el pie no debería estar
como está. Aspecto, coloración, tumefacción, y sobre
todo inflamación.


En fin que me suena la música. Tanto que hasta me la
sé de memoria.
Tan "antiestético" lo ha visto que no se ha decidido a
quitarme todas las grapas en espera de que la cosa
cambie. Me ha quitado la mitad (alternas). Más reposo,
más pie en alto, y buenos alimentos.


Tenía hasta la esperanza de hacer una escapadita el
Domingo a algún punto kilométrico del recorrido, pero
no creo que mi santa me deje.


A temblar de emoción frente al televisor. Qué se le va
a hacer. Bueno perdonadme el ladrillo. Que "estaré"
allí con vosotros de todas formas.
Uuuuuuuuufffff... no sé qué más decir, ahora mismo
me parece que esto sea una despedida y no lo es.
¡¡¡ Maldita sea !!! ¡¡¡ Palante, siempre palante, Pepe !!!


Os aprecio lo que no os imagináis. Hasta pronto,
Socios. Nos vemos el Domingo. ¡¡¡ ¡¡¡ A por ellos que
sólo son 42.195 metros !!!


Creo que estoy sintiendo algo en el pecho... los
ojos me pican... ¡Ah, si... es que he dormido poco.
Eso será...

Abrazos.

Llegó el día

<font size=4>Llegó el día</font>

Y todo fue bien. Incluso, mejor de lo previsto.


A parte de esto, me dijeron otras lindezas que de momento
me niego a aceptar y publicar.
Uno, a fuerza de palos se ha hecho impermeable a cierta
clase lindezas y prefiere no tirar cohetes antes de tiempo.
Cada vez que lo he hecho me ha salido el tiro por
la culata.


No. Prefiero ser prudente, no construir falsas esperanzas y dejar
que el tiempo con su transcurir sea quien hable.


Esta operación ha sido consecuencia de una infección
producida en el postoperatorio de la que me hicieron
en Noviembre del año pasado. Por eso, prefiero ser
prudente y dejar pasar las cosas por sí solas y
como tengan que venir.


Mi agradecimiento a cuantos habéis estado pendientes
de todo esto de una forma u otra.


Un abrazo.

Señoras, señores, la semana que viene me operan

<font size=4>Señoras, señores, la semana que viene me operan</font>


Por fin algo se me cumple a modo de profecía.


Hace unos días me lo propuse y parece que por fin lo puedo cuumplir. Dije que no hablaría más de mi estado de convalecencia hasta que llegara esta fecha y así lo hago.


Ayer por la tarde me llamaron del Hospital. Me operan el 12 de Abril a las 08:00 de la mañana.
¿Qué os voy a contar? No hace falta, ¿no?


Pues eso. Y para celebrarlo, una foto que me envió Grey en tiempos de oscuridad. Ese rayito de esperanza que se abre paso entre la tormenta... lo dice todo...


Gracias, Grey, gracias, amigos.

Nada es blanco, nada es negro

<font size=4>Nada es blanco, nada es negro</font>

A esa conclusión me he obligado a llegar una vez más a mí mismo.


En la vida, nada es blanco, nada es negro, todo es gris con sus diferentes matices.
La actitud que estoy teniendo con el tema de mi pie no es nada positiva y me lo recrimino sin cortapisas.


Siempre he dicho que hay cosas peores que la mía y me avergüenza estar día si día no con lo mismo. Así no se adelanta nada. Ya está hecho cuanto podía hacer. He presentado la pertinente reclamación firmada y sellada. Con que sirva para que no se cometan los mismos errores con otros, que se han cometido conmigo me daré por contento.


He arañado una semana al calendario restante hasta que me operen, ¿qué más puedo pedir ya? Cuando tenga que ser, que sea. Por eso me he prometido a mí mismo no volver a hablar de esto hasta que tenga que decir: “Señores, la semana que viene me operan”. A ver si lo consigo.


Me he dado cuenta – y me da mucha rabia -, de que me estoy perdiendo muchas cosas por culpa de esta actitud. Todo por leer ayer cuatro frases en diferentes Bitácotas que me impactaron positivamente. Transcribo y detallo:


En “Mi pequeño rincón” de Anita, "El tiempo hermoso y el mal tiempo, están dentro de nosotros, no fuera"... - Ling Yu Tang – Sin comentarios.
En el “A bambar que son dos días” de Sylvie, una frase del amigo nekerun:“El optimismo no es garantía de nada, quizá solo indica unas enormes ganas de vivir". Si es suya o tomada no lo sé, pero la tomo como suya. Sin comentarios.
En “Un lugar llamado Esparta” de Tetovic, en su cabecera: “El dolor es pasajero - El orgullo es para siempre”.
Y en otro lugar de la inmensa red: “La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte”. - Immanuel Kant –


Yo soy fuerte, lo sé. Por eso me sorprende estar como estoy mentalmente. Encontrar estas cosas es bueno. Aprenderé a tomar el camino de la paciencia, pero porque soy fuerte y positivo y no débil y abatido. A mí no me abate ni esto.
Y cuando todo termine y vuelva a correr mis primeros cien metros, me sentiré orgulloso de haber vencido a esto y al dolor.


Las lecturas de estos Blogs, fueron muy positivas para mí ayer. Sus enlaces están en el índice de la derecha para quien quiera conocerlos. Los recomiendo.


A TODOS, gracias por estar siempre ahí.
Abrazos.

Algo de matemáticas

<font size=4>Algo de matemáticas</font>

Nunca fueron mi fuerte. Tormento fueron en su día cuyos
malos recuerdos aún reverberan en mi mente.


Aún reconociéndolo, creo que hasta cierto punto controlo
lo necesario para hacer algunos cálculos. Y aún así, termino
dudando si lo mío será crónico y no soy capaz de ver lo
que en apariencia es evidente.


Vamos a hacer un ejercicio a ver si somos capaces de sacar
algo en claro... Ni caramelos, ni manzanas: la vida real. Al
menos la que a mí me toca vivir.


Planteo:
El día 15 de Marzo se pone en marcha mi papeleo para la
operación del pie, y entro en la lista de espera. Consulto la
lista de espera y me dice que tengo por delante a 196

pacientes - pacientes tan impacientes como yo, eso seguro,

pero pacientes al fin y al cabo -, y asegura que la media
de espera está en 21 días hábiles.
Eso lo lleva diciendo desde el día 15 siendo entonces 270 los
pacientes que tenía delante.


Sabiendo que van a una media de 7 pacientes por día - lo
tengo comprobado -, creo que tendría que dividir los 196
pacientes que tengo por delante, entre 7. Eso me da 28,
y que yo sepa 28 no es igual a 21.
Bien, traslado esa cifra al calendario, la paso a días hábiles
y me sale que, teniendo suerte y si no hay un cataclismo,
me operarían... ¡¡¡ el 3 de Junio !!!


Lo "gracioso" es que cuando hice la cuenta de esos 21 días
el 15 de Marzo, me salía como fecha probable de la operación
el 12 de Abril. Desde el 15 de Marzo han transcurrido
9 días hábiles y resulta que la operación se ha alejado casi
dos semanas.


Me parece que no son sólo las matemáticas lo que se me dan
mal. Va a ser la física también. ¡A ver si ahora va a resultar
que la distancia más corta entre dos puntos no va a ser la
línea recta! Cuántos más días pasan, más lejos está la fecha
de mi intervención. ¿Esto cómo se come? ¿Con qué fórmula
matematica se calcula esto?


Se me ocurre una: A - B no es igual a C, es igual a C más IVA. ¿?